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¿Os acordáis cuando eráis niños y las cosas parecían tan simples, las cosas eran lo que veías y nunca había nada oculto en lo que pasaba a nuestro alrededor? y ¿cuándo no entendías por qué los "adultos" hacían lo que hacían o por qué le daban tanta importancia a cosas que a simple vista parecía tan sencillas? Pues sí, tengo que reconocer que tras unos días lidiando con los pequeños de la familia he empezado a echar de menos aquella inocencia tan auténtica de los niños.
En serio, la vida de niño es sencilla y vives las cosas con una intensidad que a medida que vas creciendo se va perdiendo, pero no es algo que se suceda de repente, sino que simplemente la vida te va haciendo perder la ilusión por simplemente comprar unos cromos de la Liga o de los Simpson y que te toque el cromo que te faltaba.
Cuando creces no solo cambia eso material sino que la gente, los otros "adultos" hacen que pierdas lo más importante que tiene un niño, la inocencia. Poco a poco y palo tras palo aprendas a que la gente no es tan buena como parece y que los buenos a veces esconden demasiado debajo y en vez de intentar recobrar la inocencia (cosa que realmente no sé si muchos podrán) lo que hacen es minar la de los otros haciendo que las cosas nunca vuelvan a ser tan simples.
La frase con la que empiezo la entrada me la dijo el otro día mi sobrino porque el pobre no entendía que no comiera carne, porque "no haces daño a ningún animal". No voy a ser yo la que se lo explique, aunque sea que guarde ese pedacito de inocencia durante el tiempo que pueda.
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